COORDINACIÓN DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL E INTERCAMBIO ACADÉMICO UABC
Trayecto a una nueva vida.
Éxito. El éxito no se logra cuando todos ven lo que has conseguido, sino cuando tú consigues lo que quieres. Ese es mi caso en relación a mi intercambio estudiantil, pues fue una idea que desde el momento de ingresar a mi carrera, después de cursar el tronco común, por allá en el semestre 2009-2 había quedado fija en mi cabeza y que se rehusó a salir de ahí.
Es debido a eso que afortunadamente fui seleccionado por la Coordinación de Cooperación Internacional e Intercambio Académico para poder formar parte del selecto grupo de estudiantes que vivieran un intercambio en Alemania durante un año, cursando los semestres 2011-2 y 2012-1 en dicho país. También debo agradecer al DAAD y a la Fundación UABC, pues su apoyo aunado al de la CCIIA fue parte fundamental.
Germán
Gallardo Sánchez
Todo comenzó con una pequeña junta en el Aula Magna de la Facultad de Ingeniería, en Mexicali. Estaban presentes el Prof. Manuel Campos, el ahora Vicerrector M.C. Miguel Ángel Martínez Romero y la Lic. Gissel Marín Navarro. En aquel entonces regresaba la primera generación de cimarrones en Alemania y nos compartían sus experiencias. Fue ahí donde reafirme mi decisión de irme de intercambio, y que el destino sería dicho país europeo.
Pasando por los cursos de idiomas organizados por el Prof. Manuel Campos y luego por la M.C. Monceni Pérez Maciel e impartidos por mi ahora amigo Lars Lindner; la participación en las convocatorias de la CCIIA y de la FUABC; la entrevista con Daniel Ramos, representante del DAAD encargado de las becas para mexicanos; las fotos para la visa alemana tomadas en Rosarito y la entrevista con el Cónsul alemán en Tijuana; transcurrieron dos años desde esa iniciativa de realizar un intercambio, y con una visa ya estampada en mi pasaporte se veía segura mi partida al viejo continente.
Fue el 31 de julio del año pasado cuando salí de Mexicali a las 7:00 a.m. y llegué al D.F. dos horas después. Luego de esperar hasta las 8:00 p.m. abordé mi vuelo de Lufthansa, México D.F. – Frankfürt junto con mi amigo Daniel Adams, compañero también seleccionado.
¿Qué si qué se siente llegar a un país completamente distinto? – Una sensación indescriptible. Era una mezcla entre emoción, impresión, alegría, un poco de pánico y muchos más sentimientos encontrados. Porque después de todo, estaba a sólo 9000 km de mi país. Después de tomar rumbos distintos, mi amigo hacia Magdeburg y yo hacia Saarbrücken, la sensación de pánico se hizo mayor pues me di cuenta de la magnitud de lo que me pasaba, me cayó “el veinte” y asimilé que estaría un año en un país al otro lado del Atlántico, con una cultura completamente diferente, con un idioma que en aquel momento no dominada y tiene un 10% de semejanza con el mio y donde al principio sentía que todos estaban enojados conmigo.
En Saarbrücken viví dos cursos intensivos de idiomas y un semestre de universidad. Al principio sentía temor de hablar el idioma, por lo que optaba por el inglés, y ni se diga el español, pues conocí a varios mexicanos y a una cantidad aún mayor de procedentes de la Madre Patria. La segunda parte de mi intercambio la viví en una pequeña ciudad llamada Bamberg en la región franca de Baviera. Ahí realicé mis prácticas para la empresa Robert Bosch GmbH y también conseguí que mi cerebro casi explotara, pues la familia que me rentaba, mis compañeros en el trabajo y en el gimnasio eran todos alemanes. Salvo algunos que hablaban un poco de español y lo practicaban conmigo, tenía que ser yo el que estuviera viviendo un reto constante hablando y entendiendo todo en alemán.
Me acostumbré al frío; a las estufas eléctricas y tomar agua del grifo; al horario de los trenes y camiones; al depósito de los envases reciclables, llamado “Pfand”; a separar la basura; a que no hay tiendas de autoservicio 24/7 y que el 90% de los lugares cierra a las 8:00 p.m.; que el sol sale a las 5:00 a.m. y se pone a las 9:30 p.m.; que las porciones de comida son más pequeñas y cuestan más; que uno mismo tiene que empacar las cosas en el súper mercado; y a la cerveza, tomes o no, te gustará la cerveza alemana. A lo que jamás me acostumbré fue a la infinidad de dialectos que hablan en las distintas regiones alemanas. Pero aun así aprender el idioma fue algo muy bonito. Convivir día a día en un idioma extranjero es algo que se siente muy grato y me hizo darme cuenta que ese reto que me impuse hacía ya casi tres años lo había logrado, que hablaba un tercer idioma y había hecho prácticas en el extranjero, algo que no cualquiera tendría en mi currículum. Gracias al apoyo brindado por la CCIIA, el DAAD y la FUABC, tuve no solo la oportunidad de conocer Alemania, sino otros países europeos como Italia, Austria, República Checa, Holanda, Bélgica, Reino Unido, entre otros.
Al analizar las diferencias culturales entre México y Alemania, quería que en mi país pudiéramos tener algunas cosas de las que tienen ellos. Me llenaba de un espíritu emprendedor e iniciativo, pero también me hacía decir “como extraño México”. Sobre todo en las comidas, pues su definición de “taco” es un poco distorsionada.
El 21 de julio, día en que regresé a México, sentí casi lo mismo que antes de irme. Una nostalgia y unas ganas de saber si algún día tendré la oportunidad de regresar, un sentimiento que me hace expresar que definitivamente esa ha sido la mejor experiencia de mi vida.
"Tenia que ser yo quien estuviera viviendo un reto"

Datos:
Nombre: Germán Gallardo Sánchez.
Carrera: Ing. en Mecatrónica
Facultad: Ingeniería.
Campus: Mexicali.
Intercambio: Universidad del Sarre,
Alemania. 2011/2, 2012/1.
